RESEÑAS SOBRE LA NOVELA “QUÉ BIEN SUENA ESTE LLANTO”


La Asociación de Escritores de Mérida
Presenta
El libro bifronte de la poeta y escritora Margarita Belandria
Qué bien suena este llanto. Coedición del Centro Nacional de Libro (CENAL) y la Asociación de Escritores de Mérida (AEM), Mérida – Venezuela, 2006. El 22-09-2004 recibió Mención de Honor en el I Concurso de Narrativa “Antonio Márquez Salas”, convocado por la Asociación de Escritores de Mérida (AEM). Qué bien suena este llanto se inscribe dentro de la más genuina y clásica tradición de la novela latinoamericana, “paralela al realismo mágico latinoamericano —según lo afirma el escritor español José Calvo—. La autora prueba sobrado buen oído del habla natural y espontánea, que capta, registra y hace circular con destreza y fluidez dentro de un léxico caudaloso. Margarita Belandria posee una voz literaria capaz de dos registros, prosa y verso, relato y poema, que como indistintos cara y cruz, anverso y reverso, hace girar con la sugestiva pericia de un arte de palabra propia y personal”.
Qué bien suena este llanto es un relato donde, en un contexto de apariencia real, despuntan meramente acontecimientos de la imaginación, y en cuya urdimbre de ficciones, transcurre la vida de una mujer con un destino signado por dos hechos importantes de la realidad venezolana. Amor, dolor, humor e ironía son las claves de esta narración de pasiones desmedidas. Con esta novela pareciera inaugurarse un trazo inexplorado en las letras venezolanas: la novela femenina del páramo, según el criterio de algunos acuciosos lectores.
Otros puntos cardinales. Coedición de la AEM y el Centro Nacional de Libro y la Asociación de Escritores de Mérida (Mérida – Venezuela, 2006). Recibió Mención de Honor en el I Concurso de Poesía convocado por la Asociación de Escritores de Mérida (AEM) en el 2005. Esta obra poética es eso, poesía; de alta calidad literaria, fuerza y delicado lirismo, llena de metáforas que corren como ríos, directas, bellas, diciendo las cosas dulcemente al corazón, a la inteligencia del lector. Este libro recoge una serie de poemas escritos desde la década del ochenta hasta el 2005. Varios de ellos fueron leídos por su autora en la Mesa de Poesía del V Encuentro Internacional de Escritores en el Caribe (México, 2003) y en el Recital Poético de la VI Bienal de Literatura “Mariano Picón Salas” (Mérida, 2005).

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"Margarita, está linda la mar..." Por Eduardo CASANOVA
http://literanova.eduardocasanova.com/index.php/2008/09/18/margarita-esta-linda-la-mar
“Margarita, está linda la mar” es el primer verso de un conocidísimo poema de Rubén Darío (Margarita, está linda la mar, / y el viento / lleva esencia sutil de azahar; // yo siento / en el alma una alondra cantar / tu acento. / Margarita, te voy a contar / un cuento. Etcétera), y entre signos de interrogación (¿Margarita, está linda la mar?) es el título de una novela del excelente narrador nicaragüense Sergio Ramírez (Alfaguara, Madrid, 1988). La Margarita de Rubén es la destinataria de un bello poema y de un cuento, del cuento de un rey que tenía “un palacio de diamantes, / una tienda hecha del día / y un rebaño de elefantes, / un kiosco de malaquita, / un gran manto de tisú / y una gentil princesita, / tan bonita, / Margarita, / tan bonita como tú.” Nada más delicado, más femenino e infantil que este poema que en 1908 Rubén Darío dedicó a una niña de cinco años: Margarita Debayle, hija del médico Luis H. Debayle, que invitó al poeta a pasarse unos días en la isla El Cardón, en la Bahía de Corinto. La pequeña Margarita Debayle Sacasa, al crecer, se casó y tuvo descendencia. Murió en 1983. Una parienta suya, Guillermina Fábrega, se casó en Costa Rica con un sabio suizo, Henri Pittier, cuyo hijo, Emilio Pittier Fábrega, tal como el Doctor Pittier, su padre, se estableció en Venezuela, y aquí se casó con Berta Sucre y fundó una ya larga familia venezolana, de modo que algo de aquella Margarita de Rubén Darío, “tan bonita, / Margarita, / tan bonita como tú” llegó a Venezuela y se quedó entre nosotros. Pero, sin que se enteraran ni Rubén, ni Pittier ni Sergio Ramírez, algo más se produjo en Venezuela relacionado con aquella Margarita: “Margarita, está linda la mar” es el leit motiv de una muy buena novela venezolana, escrita por otra Margarita, Margarita Belandria (Canaguá, Estado Mérida, 1953), la novela “Qué bien suena este llanto” (Asociación de Escritores de Mérida, Fondo Editorial Ramón Palomares, Consejo Nacional del Libro, CENAL, Mérida, Estado Mérida, 2006. 125 pp.)
No es una novela cualquiera. Es una muy buena novela que merece la atención de la crítica y de los lectores, no sólo de Venezuela, sino de todo el mundo de habla hispana, por lo menos. Está muy bien escrita, muy bien armada, y sin apelar a trucos y habilidades de lenguaje, logra el mismo efecto que los experimentos de Mario Vargas Llosa y los novelistas del boom en cuanto al manejo del tiempo. Narra la vida de otra Margarita: Margarita Palma, paramera, menuda, aparentemente delicada, pero que lleva en sí toda la fuerza de los fuertes vientos montañeros que produjeron mujeres del calibre de Dominga Ortiz, la esposa de José Antonio Páez, una figura ejemplar y poco estudiada de nuestra historia. Margarita Palma también se casó con un llanero, muy inferior, eso sí, a Páez: Tomás Antonio Fernández Tapia, hacendado y padrote barinés, lleno de mañas, a quien otro personaje femenino de alto calibre, la llanera Pilar Moronta, rebautiza “Macho Amargo”. Doña Pilar, la contrafigura de Margarita Palma, es del mismo linaje que la Doña Bárbara galleguiana, aunque es de tiempos más recientes que incluyen la etapa de la lucha armada de los años 60. Margarita (“Margarita, está linda la mar”), a su vez, es hija de un trujillano que huyó de sus pagos para no ser alcanzado por una injusticia en tiempos de la dictadura gomecista, y que recibió a su joven esposa por decisión del padre de ella, que estaba enamorada de una ilusión, de un imposible, pero supo adaptarse a su vida y soportar todo lo que tuvo que soportar. Margarita Palma, en cambio, es huérfana temprana de madre, sobrina de un Cardenal, y se entregó al “Macho Amargo” en busca de una vida nueva y por el deseo irrefrenable de conocer la mar. Al principio se siente fascinada por todo lo que vive, pero a la larga, cuando se da cuenta de que es “catedral” rodeada de “capillas” y víctima de muchas injusticias, se siente obligada a dejar aquella vida ficticia, en la que se mezclaban los elementos más sórdidos de la política y la plutocracia de fines del siglo XX con muchos que no eran otra cosa que ecos del XIX y decide volver a sus páramos, a acompañar a su padre (y su concubina, que fue amiga de la difunta madre) en sus últimos momentos. Y es entonces cuando se produce en la novela el efecto mágico del tiempo. Porque el tiempo de los páramos es un tiempo nutrido de pasados, pero simultáneo al de Mérida, que es el presente real, de fines del siglo XX, y al de Barinas, en el que se combinan ambos, tal como se combinan las luces y los calores del Llano. Margarita (“Margarita, está linda la mar”), la silvestre paramera, se encuentra en Mérida, en la Universidad, con su compañera de infancia que ha superado valientemente sus limitaciones y guía a Margarita en su nuevo camino, en el que vive como nunca, como cualquier estudiante universitaria que hasta se deja seducir por un mañoso intelectual moderno, profesor de la Escuela de Letras. Margarita (“Margarita, está linda la mar”), vive su propio final cuando, por fin, se encuentra realmente con la mar, que no es un mar apacible, sino un espacio formidable y aliado con la destrucción que se manifiesta en los horrores de la catástrofe del Litoral Central de Venezuela de 1999, cuando el gobierno “Revolucionario” prefirió que miles de venezolanos encontraran la muerte a alertarlos y cortar un proceso electoral refrendario que le permitiría hacerse una Constitución a la medida.
Es una novela modernísima con elementos muy antiguos y muy bien dosificados, que viene a sumar el nombre de Margarita Belandria a los de Antonieta Madrid, Ana Teresa Torres, Laura Antillano y todas las excelentes novelistas que mantienen viva la selva que inició Teresa de la Parra y continuaron, entre muchas otras, Lucila Palacios, Antonia Palacios y un larguísimo etcétera, palabra que también es de género femenino. “Qué bien suena este llanto” es una obra que debe ser objeto de la mayor atención por parte de quienes se ocupan de la buena literatura en todo el mundo de habla hispana. Otra cosa sería demasiado injusta.
Comentario from: a [Visitante]
Me interesó mucho la descripción poética que haces de la novela de Margarita Belandria, con un tema al mismo tiempo nostálgico y trágico. Los temas del ser humano: el amor y la muerte vistos por una mujer de Los Andes, con una visión sensible. Trataré de hallar ese libro y lo leeré.
Mi felicitación a la autora y al comentarista.
Alejo.
18/09/2008 @ 09:49

Ricardo Gil Otaiza // Qué bien suena este llanto

El Universal. Jueves 2 de octubre de 2008.
Tuve el honor de conocer recientemente a la profesora universitaria, poeta, ensayista y narradora, Margarita Belandria (Canaguá, estado Mérida), luego de una situación literaria incómoda -y hasta bochornosa- para mí, que a lo mejor les comente algún día. Hallé a un ser muy especial, deslastrado de las mojigaterías propias de estos rincones del planeta (que tanto daño le hacen a la creación artística en todas sus expresiones), con una mente lúcida, abierta al mundo y sus sensaciones, con plena conciencia de su lugar y de su posición en la vida. Acordamos una cita en una frecuentada y conocida panadería de la ciudad de Mérida, y nos sentamos a hablar de literatura. Por cierto, me asombraron, entre otras cosas, su estupendo ojo avizor para las erratas de los manuscritos, su agudo sentido de la crítica, su sosegado equilibrio estético, su profundo conocimiento de los entresijos del alma y, sobre todo, su exquisita sensibilidad literaria, que le impulsa a leer y valorar (sin mezquindad alguna) lo que aquí se produce en narración y poesía.
Dicen que Mérida es un pañuelo, pero a veces no me lo parece, porque no conocía a este personaje que lleva una larga y fructífera trayectoria académica en nuestra universidad, con dos obras publicadas por la Asociación de Escritores de Mérida (Fondo Editorial Ramón Palomares) y el Instituto Autónomo Centro Nacional del Libro (CENAL) en un bello tomo bifronte, que lleva por títulos: Qué bien suena este llanto (Novela) y Otros puntos cardinales (Poesía), del año 2006. Me referiré brevemente a la novela, que como dato de interés obtuvo Mención de Honor en el I Concurso de Narrativa "Antonio Márquez Salas", convocado por la ya citada Asociación.

Qué bien suena este llanto es una narración plena en imágenes y sensaciones, en la que podemos percibir una densidad, una atmósfera exquisita e intrigante, un espacio fantasmal en donde lo real es imaginario y lo fantástico se hace neblina. Hallo muchos mundos en este texto, pero sobre todo el entrecruzamiento de personajes bien descritos y con fuertes cargas sicológicas que le confieren características muy particulares a lo narrado. Logra la escritora ubicarnos en los ambientes del llano y de los Andes venezolanos, para contarnos desde ambos ángulos diversas historias que se hacen antinómicas, y al mismo tiempo complementarias, en la medida en que el texto avanza y nos lleva sin descanso hacia un estremecedor desenlace.

Percibo situaciones duras -a veces grotescas- en las que se nos muestra el lado pérfido de la naturaleza humana, la brutalidad del hombre contra la mujer (el machismo en su más pura expresión latina), el sometimiento sexual, la imposición de normas y de formas de vida que a todas luces se contraponen con la dignidad de las personas y con su libertad para decidir por un devenir histórico que le sean propios y connaturales. Por otra parte, hallo referentes -muy claros por cierto- del personaje femenino que se rebela ante su propio destino, y que busca una redención sobre la base de las lecciones que nos devuelve las páginas de la historia, de allí su desafío.

A través de lo anecdótico y de los personajes, en esta novela se nos muestra a retazos parte de la historia venezolana: sus más conspicuos "héroes", el eterno enfrentamiento entre civilización y barbarie, y el posterior esclarecimiento por la vía del "triunfo" de la razón y del pensamiento, que se hacen eternos baluartes de las mujeres y de los hombres de estos confines planetarios. Percibo una profunda crítica -a veces airada y dolida- a ese mundo siniestro que se erige por la vía de la tradición y las costumbres, levantando su voz firme y sin ambages contra todo aquello que nos roba la posibilidad de expresar lo que llevamos dentro, y de elegir libremente nuestro destino personal y social.
Nos muestra Margarita Belandria la profunda dualidad cultural y social llano-montaña, no para imponernos su criterio civilizatorio, de la mano de una moralidad descontextualizada en el campo de la creación literaria -que podría ser desde luego una opción estética, aunque luego la desdibuje-, sino a través del actuar de unos seres nítidamente perfilados (a veces difuminados), que se hacen víctimas y victimarios, agresores y agredidos a la vez, pero siempre de la mano de sus propias circunstancias vitales.
rigilo99@hotmail.com
www.espacio-limite.blogspot.com
http://opinion.eluniversal.com/2008/10/02/opi_art_que-bien-suena-este_02A2034605.shtml

Gladys Portuondo
(Publicado en la IV Antología de Escritores de Mérida, 2007).


“Qué bien suena este llanto”
Autora: Margarita Belandria (Canaguá, 1953)
Género: Novela
Edición Centro Nacional del Libro
Asociación de Escritores de Mérida
Fondo Editorial “Ramón Palomares”
Año: 2007

La novela de la escritora y poetisa Margarita Belandria (Canaguá, 1953) dibuja a grandes trazos los contornos pintorescos y dramáticos de un apretado fresco del páramo andino merideño. Teñida de drama y de humor irónico, la narración articula las historias de los personajes en matices contrastantes que incisivamente atrapan la tragedia del desencuentro: entre lo personal y lo social (Pilar Moronta, quien está dispuesta a entregar su fortuna al movimiento revolucionario y termina siendo expropiada); entre el intelecto y la existencia ( el profesor Serfatti, quien se esconde tras un mundo libresco por la cobardía ante los riesgos de las pasiones del mundo real); entre el matrimonio y el amor (María Antonia Solano, cuyo amante muere suicidándose al contraer ella matrimonio con el hombre elegido por su padre; Margarita Palma, cegada por el espejismo del amor al escapar con quien se convertirá en su marido y trágicamente enamorada de un imposible, sin que en ningún momento hubiese siquiera supuesto la posibilidad del divorcio), entre la infancia y la inocencia (las hijas de doña Toña, arquetipo del alter ego del machismo; Magdalena Marquina, la amiga de infancia de Margarita Palma, cuyo infantil espíritu despierto contrasta con el temor a la escuela de los hijos de campesinos reticentes; los desamparados de la orfandad intelectual y moral); entre la virilidad y la hombría (“Macho Amargo”, el vulgar y vanidoso marido de Margarita Palma y Mariano Cedeño, el “hombre astral”, su amante poeta); entre el amor filial y el amor matrimonial (el distanciamiento entre Margarita Palma y su padre, Don Ramón, consecuencia de la ajena relación entre éste y María Antonia, su madre).

A través del simbolismo de la naturaleza, la autora logra expresar otra dimensión de las esencias del desencuentro: el contraste entre diferentes regiones geográficas, la montaña y la mar, se convierte en revelación posible de enigmas que parecen apelar a una ley universal, cósmica, como razón última del sufrimiento humano. El amor habita en el mundo de lo fantasioso (¿fantasmal?) frente a las míseras realidades de la existencia cotidiana: tanto la relación amable y desbordada en la pasión compartida entre Margarita Palma y Mariano Cedeño, como el oscuro y secreto sentimiento incestuoso de Marco Vinicio, quedan recogidos en el mundo de lo irrealizable, asociado a sus desmesuras; se apela a una hybris del eros que remite a lo trágico y a lo absurdo; a la muerte accidental, pero trágica de Cedeño, y a la otra muerte, absurda hasta el ridículo, de Marco Vinicio atragantado con un hueso.

A través de una narrativa escrita en el más castizo lenguaje regional, cuyo sentido inmediato puede ser hallado en una crónica del fracaso, la autora nos conduce a través de la trama de historias personales con la experticia de quien conoce cada accidente del terreno; nos acompaña en la recreación de vivencias en las que la intensidad desmesurada de sus fibras humanas produce el estremecimiento de una profunda tristeza y el sentimiento de lo irremediable. La narración entreteje redes de transiciones imposibles, de mundos incompatibles que desembocan en la incomprensibilidad última del alma humana. Desafiando la sensibilidad del lector, apenas éste logra mantenerse en este recorrido en la actitud de una imposible ataraxia, en la que la capacidad reflexiva terminaría anulándose al cerrarse los accesos del sentimiento a estos ínferos, radiantes de la luminosidad y de la belleza de las descripciones del páramo andino.

Esta novela, no obstante, no es exclusivamente una crónica del fracaso. La crónica, como género literario, puede encontrarse lo mismo en el relato histórico, que en el mitológico; en el lenguaje tanto de los hechos reales, como en el de los ficticios, y puede también servir de vínculo entre ambos. Como vehículo hacia el mundo de lo posible (que no es ni lo real, ni lo ficticio), la crónica del fracaso en el lenguaje de esta novela actúa en el tránsito de la narración hacia el atrapamiento de una dicotomía ancestral: la de la relación entre el orden y el caos, insoluble alternativa que abarca los destinos de aquellos personajes trágicamente sujetos a la imposibilidad de su integración. Curiosamente, hay un único personaje del que la autora dice que es una “persona alegre”, Pastora Santos. Pastora es el único personaje de origen desconocido, situación a la que la narración alude enfáticamente: Pastora aparece en la historia al llegar a la puerta del convento como huérfana, en un canasto. En contraste con Pastora, la persona sin origen, las historias de otros personajes se presentan en los contextos de respectivas historias familiares, de las cuales no pueden desatarse. Es por eso que Pastora simboliza la manera ingenua de una articulación posible entre el orden y el caos, entre el origen desconocido y un destino feliz en su ingenuidad; la conciencia y la identidad de sí asociadas al conocimiento del origen no representan en Pastora, en consecuencia, una elección dramática. Pastora sume ingenuamente el pathos de su destino sin origen, sin preguntarse y sin arriesgarse, en una tranquila inconciencia sobre su propia identidad.

Toda la narración tiene como centro al personaje principal, Margarita Palma, cuya historia no es mera repetición, pero tampoco quintaesencia, de lo dramático o de lo absurdo de los destinos de otros personajes. Mas bien la historia de Margarita Palma es un desbordamiento de todas las antítesis; ella las concentra todas y al mismo tiempo representa el anuncio de la conciliación paradójica, mas no imposible, de tendencias habitualmente enfrentadas en la existencia humana: la pasión vital y el intelecto; la razón y el sentimiento; el orden y el caos. Esta condición es revelada en la carta póstuma del profesor Serfatti: “Tú amas los libros, y vives, sin embargo. No eres esclava. Esclava ni de tus libros ni de tus debilidades”.

Margarita Palma es el personaje-clave de toda la narración: lo femenino-originario es el lugar simbólico donde se genera y reconcilia la paradoja; el origen es el de la paradoja, único origen verdadero que trasciende los límites empíricos de los nacimientos y de todo linaje familiar o histórico, conocido o no. La paradoja encarnada en la historia de Margarita Palma, la relación entre la pasión-amor-poesía-imposible y lo cotidiano-real-conocido-fracasado-predecible, traduce a su dimensión humana la otra paradoja cósmica, universal: la de la elación entre el orden y el caos. Pues será en el alma humana, y no en la ley de la naturaleza, donde es posible alcanzar, al menos de forma fugaz, aquella posible integración, que asimilando el fracaso y aún sucumbiendo a éste –Margarita Palma es víctima del caos producido por las fuerzas de la naturaleza- recoge en la memoria de los seres queridos y del amado inmortal toda la riqueza de un destino que ha remontado las leyes del cosmos a través de la memoria-actualización de sus amores. El recuerdo, la reminiscencia, es la presencia de lo eterno: Margaviota es el símbolo del remontarse y del trascender los desencuentros, hacia el mundo poético de los posibles encuentros. Pero éstos son otros puntos cardinales…

Gladys L. Portuondo, Mérida, abril de 2007

Publicado en la IV Antología de Escritores de Mérida, 2007.


Urbs et Orbis
José Calvo

Universidad de Málaga - España

Publicado en El Mundo. El Mundo Málaga (Málaga), Suplemento de Cultura ´Papeles de la Ciudad del Paraiso´, núm. 13 ed. de 1 de junio de 2007, p. 6.

La lectura es una acción sensitiva antes incluso que intelectual. La inmediación sensible en que el lector se produce con la escritura está encauzada en los videntes a través del derramamiento de la mirada, y mediante el tacto entre quienes la visión permanece ahondada en una cuenca de oscuridad. El acto de leer comporta ejercicios de recepción que, previos a cualquier constructo estético o hermenéutico (Iser, Jauss, Ingarden y otros), consisten en operaciones perceptivas. También, como Calvino mostró al comienzo de Si una noche de invierno un viajero, en determinadas rutinas ambientales. Pero me interesa destacar aquí las conducidas desde los sentidos. Así, leyendo en un libro nuevo se puede percibir el bienoliente de la tinta estrenada, o si fuera en una edición vetusta la aromática impregnación de otros perfumes acumulados en el tiempo transcurrido. En un libro la lectura ojea y hojea las páginas. En un libro la lectura es una audición interna, al menos desde San Ambrosio, sorprendido por San Agustín en su celda de Milán leyendo sin mover los labios, y que San Gregorio Magno aprovechó para ruminatio de la Palabra por razón de los sentidos en profundo. En un libro el apetito del lector puede convocar el placer gustativo del aperitivo, esos momentos tónicos y golosos de lectura fragmentaria y ocasional, o alcanzar incluso la ávida voracidad de la devoración completa, a veces hasta física, como en el apocalíptico “Toma y cómelo; te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel” (10:9), que fue sazón tóxica de la trama en El nombre de la rosa y mortal develamiento en la heliogábala deglución del bibliotecario ciego Jorge de Burgos.
Me lleva el hilo de esta reflexión al ejemplar de la obra que, coeditada por la Asociación de Escritores de Mérida (Mérida. Venezuela, 2006) y el Centro Nacional del Libro, el correo con su autora, Margarita Belandria (Canaguá. Estado Mérida, 1953), me obsequió pocas semanas atrás de ésta. Sus impresores lo han compuesto como un libro que ha de invitar al lector a convertirse en prestímano, pues en efecto se maneja entre las manos permitiendo una suerte de prestidigitación que trasmuta los géneros de su escritura. Basta la rotación de un molinete vertical para que de esa pirueta su lectura pase de la narrativa a la poesía, y viceversa. Así, Qué bien suena este llanto, una novela corta, voltea a Otros puntos cardinales, un poemario.
Ahora bien, lo asombroso de esta transformación no resulta en ese malabar, aún si hábil y muy atractivo. En realidad, siempre más allá del buen oficio de los diagramadores, la pericia técnica de la imprenta o el feliz diseño de los textos, tanto el mérito de la magia como el prodigio de la acrobacia sólo e íntegramente pertenecen a la escritora. Y es que Belandria, profa. del Dpto. de Metodología y Filosofía del Derecho de la Universidad de los Andes, posee la virtud de una voz literaria capaz de dos registros, prosa y verso, relato y poema, que como indistintos cara y cruz, anverso y reverso, hace girar con la sugestiva destreza de un arte de palabra personal y propia.
En Qué bien suena este llanto, continente de una profusa creación de personajes, algunos con recorrido de vida ficcional paralela a la mejor tradición del mágico realismo latinoamericano, tiene la viva riqueza del lenguaje responsabilidad extraordinaria al fabricar el embeleso de un imaginario cautivante. Belandria prueba sobrado buen oído del habla natural y espontánea, que capta, traslada y hace circular con agilidad y fluidez. Léxico caudaloso y abundancia de historias se funden con efecto de circundar el albur emocional de una mujer cuya identidad acotan la generación de un cosmos familiar, donde el protagonismo es coral, y la demarcación contextual entre dos momentos en la Venezuela contemporánea, aunque apenas indicados como hitos de referencia o señalizaciones liminares; caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958 y devastadoras inundaciones de finales del 1999 por desbordamiento de ríos y quebradas de las vertientes Norte y Sur del Cerro El Ávila, al noroeste de Caracas, cuando también acababa de promulgarse la Constitución Bolivariana, que asimismo otro torrente anegó y arrastró más tarde. Serán así dos historias. Una, la historia privada de un desencuentro amoroso en tiempos tal vez paradójicos, pero más utópicos que hoy. La otra, una historia amor social, de amor civil o cívico, amor en la ciudad, amor ciudadano, cuyo colofón es la última línea: “los pueblos son como los niños: luego tiran aquello por lo que han llorado”.
En cuanto a Otros puntos cardinales, que toma título en el verso final de “Otros tejados” – “Cuando los aguijones de la soledad se claven en nuestros aposentos/ estarán nuestros ojos/ en espejos desteñidos/ en tejados diferentes/ Otras puertas/ se abrirán a nuestras sombras/ Mañanas menos tibias./Crepúsculos más pálidos/ Otros puntos cardinales”), reúne casi medio centenar de composiciones, de imprecisa data, salvo tres de ellas, fechadas de mitad de los 80 al 95. Les incumbe en su mayor parte un alma adelgazada en la tristeza, doliente por el retorno –eso es la nostalgia- “a la niña que juega con zafiros”. Pero este susurro de ovillar recuerdos y soledades será sólo una memoria fascinada, pues al cabo, “la voz que desciende vertical/ que despoja y que calcina” desgarra el cendal descubriéndola desolación y ceniza; “Nada poseo salvo el tedio fracturado/ en un montón de cristales desteñidos”, o “ya son nubes las horas de la niña”. Es hasta entonces la cartografía de un orbe mustio, de querencia equinoccial, en mareas de días iguales a las noches, que es tanto como “de noches sin mañanas”, que es tanto como durar “en la tarde que jamás declina”, en “la noche larga que sigue con lealtad/cada una de mis horas”, “en la noche infinita” de cualquier día. El canto, que así sabe situarse (“Ilusiones salvajes tejió/con tesón la fantasía./ Vengo de un mundo/ donde nada duerme”; “Yo, domicilio de todo lo perdido”) indaga en adelante el hallazgo de otro orbe, de puntos cardinales diferentes, guiado hacia extravagantes latitudes, lo que no equivale a lugares descaminados o desorientadas regiones. Ese nuevo orbe donde el pálpito no recibe la taja del desencanto y la desesperanza de “perennes mañanas sin rocío”, que ya se entrevé levemente en alguna estrofa de “Queda lumbre”, vislumbra más nítido en “Una larga larga mirada” (“atisbo la esperanza,/ me aproximo”). Y sobreviene, acaece y surge en “Mago”: “Antes de ti las horas yertas (…) Cuatro letras pronunciadas/ encienden los candiles y la vida./ Entonces mis ojos estrenaron nueva luz”. Proferir ese Tetragrámaton natural, no el de aquel impronunciable nombre del Eterno, impía nominación del Verbo, o sea, articular la dicción que evoca el más íntimo de todos los misterios humanos, el Amor (“Vivo solamente si me dueles,/si ardes como antorcha entre mi carne”), resulta en cuatro alternativos puntos cardinales, puntos de fuerza, únicos verdaderamente capaces de refigurar el mapa del mundo.
Mi lectura de este libro, múltiple y unitario a la vez, concluye en la deseante espera de un no demorado nuevo título, ojalá que ya muy próximo.



Reseña de Ángel Alonso Salas

http://www.estudiosmasculinidades.buap.mx/num5/resenas.html
Vol. III. No. 5 Julio-septiembre 2008.
LA MANZANA. Revista electrónica de la Red Internacional de Estudios sobre Masculinidades auspiciada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con domicilio en 3 oriente 410, Centro Histórico, C.P. 72000, Puebla, Puebla, México.

Venezuela: reflejo de América Latina
Ángel Alonso Salas1
Qué bien suena este llanto
Margarita Belandria
Asociación de Escritores de Mérida, CENAL. Mérida
2006

Acabo de leer el texto Qué bien suena este llanto. Otros puntos cardinales de Margarita Belandria y me quedé pensando en que, más que una serie de reflexiones, poemas o temáticas que la autora quiere compartir con sus lectores, es un texto “profético”, en el sentido en que hace severas denuncias al modo de vida de los venezolanos, por los usos y costumbres que se encuentran en sus narraciones, tales como la tristeza e impotencia que existe ante las disputas por las herencias, violaciones de mujeres, presencia de dictadores y demagogos, la vida oculta de los religiosos, el “ser mujer”, las intrigas amorosas, la muerte, las traiciones, etc., y otros tantos conflictos y vivencias humanas y cotidianas que abundan no sólo como producto de una realidad que acontece en Venezuela, sino desgraciadamente de manera generalizada en América Latina; por lo que el texto, más allá de hablar de una situación local, es un crudo y triste reflejo de lo que está aconteciendo en estos momentos en nuestra América Latina. Veamos algunos fragmentos de la talentosa y creativa pluma de Margarita Belandria.
En Qué bien suena este llanto, la autora describe la historia de una mujer, relato del que sería muy interesante reconstruir la perspectiva que se tiene del “ser mujer” en una realidad venezolana y cómo es que dichos usos y costumbres han marcado la identidad y conciencia del sexo femenino en Latinoamérica. Dicha realidad o “construcción” del ser femenino se ha dado de manera denigrante y despectiva, por el lenguaje empleado por los varones y/o sociedad machista imperante, así como por las acciones y posturas que se tienen hacia la mujer. Veamos un ejemplo denigrante de referirse al órgano genital femenino, conocido “en todos los sitios del habla castellana, papo, bollo, panocha, chango, totona, concha, raja, chocho, cocoya, almeja y todo lo que se asemeja, y que hasta el mismo nombre científico tiene su origen vulgar en latín, que significa vaina, algo así como la concha o el forro donde se mete el sable, el machete” (: 66-67). Ahora bien, más allá de ser irónico o chusco el referirse de manera indignante hacia esta parte del cuerpo de la mujer, deberíamos de reflexionar sobre la manera en que las mujeres han permitido, la sociedad ha fomentado y los varones siguen repitiendo en chistes o pláticas cotidianas, tal caracterización de aquello que en este mundo machista pareciera describir a la mujer (además de los senos y tantas otras formas de referirse a ellos).
No obstante, en nuestros pueblos y naciones, el concebir al sexo femenino como un simple productor de bebés, ya que “las mujeres son para eso, pa’ echarles leche y preñarlas” y “el que monta es el que manda” (: 85), es algo que a nuestro pesar sigue vigente. Y, entonces, podríamos preguntarnos, ¿dónde han quedado los avances en el ámbito de la política, la educación, la investigación y tantas otras incursiones de la mujer en la sociedad? Creo que se han dado los primeros pasos, pero la idiosincrasia no se ha modificado, basta ver la identificación de la mujer-objeto en los spots publicitarios, reality shows, en las telenovelas y en los usos y costumbres que siguen existiendo con nuestros vecinos, en las escuelas y calles de las urbes y pueblos marginados de nuestras naciones. Es por este motivo que la obra de Belandria es digna de atención, pues más allá de ser una novela, denuncia el mundo retrógrada del siglo xxi de nuestros pueblos, en el que la mujer carece de derechos, de un valor de igualdad ante los varones y, en palabras de una de las protagonistas, revela que el “mundo no es sinónimo de macho, perdón, de varón” (: 108).
En cambio, en Otros Puntos Cardinales creo que dos poesías pueden incitar al lector a leer y reflexionar este texto:
ASOMBROS
Entre tú y yo:
la noche detenida en tus pestañas;
la estrella que titila en tu mirada;
los soles en tu piel dormida.
Entre tú y yo:
la mar y tus risas encantadas;
la risa de tu boca mía,
dibujos de asombros
y cauces ancestrales (: 91).
SIN NIDO
De tu color moreno
quiero llenar mi cama.
De tu mirar callado
quiero hacer un rosario
y una cobija bonita
para en la noche besarlos.
Quiero hacer de tu pelo
algodón para mis sueños,
para dormir en el día
y pasar la noche en vela
como tórtola sin nido
en la empinada araucaria
que sube recta al balcón
que no cerraron tus besos (: 101).